La perforación de estos dos túneles de 25 km empezaron en 2004. Aunque para cuando estén terminados serán los séptimos más largos del mundo, solo se dedicaron seis meses a los estudios previos. Además, la declaración de impacto ambiental no tuvo en cuenta las aguas subterráneas, y no fue hasta 2006, después de varios incidentes con chorros de agua brotando de las paredes, cuando se hizo el primer estudio hidrológico. El resultado: 20 acuíferos perforados, causando un trasvase subterráneo entre la cuenca del Duero y la del Cantábrico, lo que afecta al abastecimiento de agua en la superficie. El coste de este lío ha sido, hasta ahora, de 3.200 millones de euros (cerca de la mitad provenientes de fondos europeos). Ahora se está trabajando para abrir uno de los túneles antes de las elecciones generales de 2015, pero para el otro no hay solución a la vista.